martes, 5 de junio de 2012


UNA PREMIER DE INFARTO
Por Fabio Modenesi Zamora

Hoy, me veo obligado a narrar uno de los partidos de fútbol más excitantes que mis ojos han visto. Y no hablo de un Barça – Madrid. Se trata de un Manchester City - Queen Park Rangers, acaecido en la última jornada de la Premier League 2011/2012.
A priori, el partido se presentaba tranquilo y fácil para los de Mancini. El City, que llevaba tres décadas sin ganar una Premier, solo tenía que vencer al humilde QPR en su estadio para alzar el ansiado título de liga.


El encuentro empezó como estaba previsto. La calidad de los “skyblues” lanzaba constantes acometidas a la defensa del Rangers, fuerte y bien ordenada, pero que erraba demasiado según pasaban los minutos.  Así, en el 44 llegó el gol del City. Desde el borde del área, Touré Yayá metió un pase filtrado a Zabaleta para que este rematara a bocajarro. El disparo se estrelló contra el meta rival y acabó dentro de la portería. No era un gol muy vistoso, pero en ese momento valía toda una Premier League.
Ganando 1 – 0, los futbolistas de Mancini se iban a los vestuarios con la sensación del trabajo ya hecho. La segunda mitad se presentaba sencilla y sin riesgos. Pero la emoción estaba aún por llegar.


Tras la reanudación, Lescott cometió un gravísimo error al intentar despejar un balón con la testa. El viejo Cissé, atento como un felino, cazó el esférico en el área rival y sacó un latigazo imparable para Joe Hart. Era el 1 – 1. El público se quedó boquiabierto.
A partir de ese momento, la suerte dejó de conciliar con el equipo local. Bien es cierto que la expulsión del capitán del QPR dejó a los visitantes con diez, pero todos ellos se encerraron en su propia área para defender el empate. El City tendría que abrir la lata de nuevo.
Ya en el minuto 60 sucedió lo inconcebible. Con los de Mancini arriba, un lateral del Queens hizo el sprint de su vida para llegar al área local y sacar un gran centro. El balón le llegó a Mackie, que remató a placer y enmudeció con su gol a todo el Etihad Stadium. Dos llegadas, dos goles. Se mascaba la tragedia entre el público.
Tras el 1 – 2, el City se fue quedando exhausto y sin ideas. La poblada defensa rival era más rocosa que nunca, y cada centro de Nasri o Clichy era despejado sin dificultad. El público del City, con lágrimas y desesperación, seguía cantando. La liga se le estaba escapando a favor de su eterno rival, el United, como un manjar que había estado en sus manos y que ahora se antojaba lejano e imposible.
En los últimos diez minutos, Mancini fue sacando a toda su artillería ofensiva. Cumplido el minuto 90, el United celebraba ya el título al otro extremo de la ciudad. Pero en el descuento llegó la locura en el Etihad.


Era el enésimo córner del City. Silva sacó un centro magnífico y Dzeko se elevó sobre las nubes para rematar de cabeza y clavar el esférico en el fondo de la red. Minuto 92 y empate. Los guerreros azules del Etihad recogieron el balón y lo llevaron rápidamente al círculo central. En su mente, sólo sonaba una frase. Hay que ganar. Hay que ganar.
Tan sólo dos minutos después, Balotelli consiguió controlar un balón en el área. El delantero italiano aguantó como pudo, atrayendo a la defensa rival, y metió un pase forzado para el Kun Agüero. El astro argentino hizo un amago, avanzó y colocó el balón en la escuadra. Increíble. En sólo dos minutos, el Manchester City había conmocionado a toda Inglaterra. Los aficionados del Etihad Stadium estallaron de júbilo y lloraron de alegría. Porque, después de tantas emociones, volvían a ser los campeones. Porque el cielo de Manchester volvía a ser de color azul.